Hombres de la Tierra :con vuestra irresponsable ciencia habéis producido una monstruosa cadena de catastróficos efectos desde hace años. Y desde entonces os hemos advertido de este gran peligro, pero vuestro egoístico orgullo, vuestra oscura fe y vuestra insensibilidad os han vuelto ciegos a esta realidad.
Es verdad que la libertad es el vehículo principal de vuestro albedrío, Vehículo que os lleva a menudo a la gran encrucijada del bien y del mal; pero también es verdad que tenéis una conciencia que une el hombre con Dios y que os da la posibilidad de entrever, en tiempo útil y oportuno, cual es la vía del bien o la del mal. Es verdad pues, que no os servís de este divino medio, sino que preferís sufrir las consecuencias de vuestras inconscientes obras y pagar a tan caro precio los frutos de vuestra soberbia y de vuestro encendido orgullo.
Sabed que la naturaleza es el cuerpo de Aquél, que es todo y no es prerrogativa de vuestro libre arbitrio, trastornarla así como absurdamente hacéis turbando su armonía.
¡
Los efectos de esta Divina Causa son vitales para el devenir de todas las cosas, comprendido el hombre. Vosotros no podéis, por consiguiente no debéis, asumir dominio sobre aquello que es sólo y absolutamente prerrogativa divina. Al obstinaros en tal arbitrio, asumís inconscientemente una gravísima responsabilidad, provocando la inmediata intervención de las leyes vigilantes de lo creado.
Habéis sobrepasado los límites que os son permitidos; habéis superado las barreras que no habríais debido, ni siquiera aproximar.
Si la libertad que os concede escrutar en el profundo misterio de la naturaleza, para descubrir todo aquello que puede ser útil a vuestra evolución y a vuestra sobre vivencia. que os son permitidos, habiendo abusado de vuestra libertad y, con cínico egoísmo, habéis producido el desequilibrio de la armonía. Habéis extraído el mal del bien, la muerte de la vida, el sufrimiento de la alegría.
Habéis construido una monstruosa cadena de terribles sufrimientos, de titánicos efectos deletéreos que no podéis, de ningún modo, sacudiros de las espaldas hasta después del completo agotamiento de las desordenadas fuerzas en continuo movimiento.
¡Esto habéis edificado con vuestro orgullo malvado, con vuestra ciega presunción y con gigante egoísmo!
¿Os lamentáis ahora de todo cuanto os sucede?
¡La culpa es vuestra, solamente vuestra!
El Eterno Mutante Jacobo
EL PRECURSOR DE JESUS
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